El Terror en el Arte - Sensus Cultura

El Terror en el Arte

Ingrid Cardenas

Una Mirada Profunda a la Estética de lo Abyecto​

Cualquiera puede afirmar que “la belleza está en el ojo de quien observa”. Esta noción, aunque válida, tiene su contraparte en la experiencia humana: lo abyecto, al igual que el terror, se percibe como algo subjetivo, dispuesto a ser moldeado por nuestras emociones y experiencias individuales. Lo que algunos podrían considerar terrorífico puede no evocar la misma reacción en otros, lo que pone de manifiesto la complejidad y diversidad de nuestras percepciones del arte y la vida. Así, el terror se convierte en una categoría profunda y rica, capaz de provocar una amplia gama de respuestas emocionales que van desde el horror hasta la reflexión, y abriendo el camino a un análisis más profundo sobre el significado y el impacto del arte en nuestras vidas.

En este ensayo, nos enfocaremos en cómo el terror ha sido representado y utilizado en el arte plástico a lo largo de la historia, dejando de lado otras manifestaciones artísticas, aunque reconociendo que el terror también se manifiesta en la arquitectura, la literatura, las artes escénicas y la música. Desde las primeras civilizaciones hasta el arte contemporáneo, el terror ha encontrado un espacio para su expresión, utilizado a menudo como una herramienta de control social y político.

De la serie de grabados «La Guerra». Otto Dix, 1916De la serie de grabados La Guerra. Otto Dix, 1916

 

En las antiguas civilizaciones, el terror se utilizó inicialmente como un medio para mantener el control sobre la propia población y sobre enemigos externos. Un ejemplo paradigmático es el bajorrelieve asirio, que documenta la brutalidad y el poder del imperio. Senaquerib, un rey asirio, es célebre por su desmesurado poder y por las palabras que registró:

“No dejé a ni uno solo. Joven o viejo. Con los cuerpos hice cubrir las anchas calles de la ciudad”.

Este tipo de representación artística no sólo busca intimidar a los enemigos, sino también consolidar el poder entre los propios ciudadanos, al mostrar la fuerza desmesurada de su rey.

Soldados asirios empalando hebreos tras la toma de Lakhish (siglo VII a.C.)Soldados asirios empalando hebreos tras la toma de Lakhish (siglo VII a.C.)

 

Durante la Edad Media, la utilización del terror como instrumento de adoctrinamiento alcanzó nuevos niveles. A través de eventos como guerras, plagas, la muerte de figuras significativas o cosechas fracasadas, el terror se utilizaba para asegurar la obediencia a un sistema religioso y político que veía como sujeta a la moral. En un contexto donde el Imperio Romano había declinado políticamente, la religión se convirtió en el principal hilo que mantenía unida la sociedad. Las artes, especialmente aquellas incrustadas en la arquitectura de las iglesias románicas, retrataban con gran dramatismo las calamidades que acechaban a las almas pecadoras, en un intento de reforzar el control social. La advertencia de que “el Reino de Dios dura mil años” y que su final se acerca se convirtió en un poderoso motivador para las donaciones y la obediencia.

Capitel en St. Pierre de Chauvigny (siglo XI)Capitel en St. Pierre de Chauvigny (siglo XI)

 

El Renacimiento, a su vez, trajo consigo una mayor exploración de la condición humana, aunque el surgimiento del Protestantismo lanzó a muchos artistas de regreso a una estética moralista y sombría. Artistas como Hieronymus Bosch comenzaron a explorar los miedos y ansiedades que acompañaban a la humanidad, abriendo un espacio para la discusión sobre el bien y el mal en el contexto de lo terrenal.

El Jardín de las DeliciasEl Jardín de las Delicias "El Infierno". Hieronymus Bosch, 1505

 

Sin embargo, es en el siglo XIX donde iniciamos una exploración más significativa del terror en el arte. Con el surgimiento del concepto de "Arte por el Arte", los creadores comenzaron a distanciarse de la influencia de la Iglesia y el Estado. Esta ruptura, como lo señaló el filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, puede interpretarse como "la muerte del arte", en la medida en que los artistas ahora podían verdaderamente expresar sus emociones más íntimas y sus miedos más profundos. Los ejemplos son numerosos: desde la desgarradora representación de «Saturno devorando a sus hijos» de Francisco Goya, hasta «El Grito» de Edvard Munch. Estas obras resonaron con las tensiones y el miedo que surgieron tras la Revolución Francesa, la lucha de clases y el ascenso de la burguesía, creando un caldo de cultivo para una era en la que el terror escalaba y que más tarde enfrentaría la devastación de la Primera Guerra Mundial.

Saturno devorando a sus hijos. Francisco de Goya, 1823Saturno devorando a sus hijos. Francisco de Goya, 1823
El Grito. Edvard Munch, 1893El Grito. Edvard Munch, 1893

 

El contexto de la Gran Guerra fue una revelación brutal para la humanidad y encontró su eco en obras artísticas extremadamente poderosas. Otto Dix, un artista alemán, en su serie «La Guerra» (Der Krieg) logró condensar el terror y el miedo que acompañaban a sus contemporáneos. Sus representaciones no sólo capturaban la experiencia del combate, sino que también reflejaban las profundas emociones de quienes, de manera directa o indirecta, habitaron los horrores de aquel conflicto. Esta fue una era en la que la tecnología industrial y química se utilizó para infligir sufrimiento y destrucción a una escala que jamás se había visto antes, y las obras de Dix transmiten este sentido apocalíptico y de desesperación que nuevamente se apodera del espectador.

El Retablo de la Guerra. Otto Dix, 1932El Retablo de la Guerra. Otto Dix, 1932

 

Más adelante, ya en el mismo siglo XX, el arte comenzó a asumir nuevas formas y maneras de abordar el terror. Algunos artistas del movimiento del Body Art exploraban el dolor físico, mientras que otros artistas conceptuales se dedicaban a desdibujar la línea entre el ser humano y el objeto. En este contexto, el filme «Salò» de Pier Paolo Pasolini se segmenta como un poderoso comentario sobre la deshumanización y el dolor. Aquí, el terror parece residir en nuestra incapacidad de enfrentar la realidad sobre la violencia y la opresión que a menudo preferimos ignorar.

Cartel paraCartel para "Salò o los 120 días de Sodoma". Pier Paolo Pasolini, 1975 

 

El arte, en su esencia, actúa como un espejo que refleja nuestros pensamientos, miedos y sentimientos. Sin embargo, es importante destacar que las obras que evocan terror son efectivas solo si el espectador es capaz de abrirse a la experiencia emocional que estas invocan. Algunas piezas que utilizan la sangre, o su color, como las que Mark Rothko creó para el Hotel Seagram —diseñadas para provocar náuseas en el observador— pueden ser vistas como una mera transgresión, mientras que otros, como los performances de Hermann Nitsch, se convierten en rituales que dialogan entre lo sagrado y lo profano. Este choque de ideas provoca reflexión, un cuestionamiento sobre nuestra propia humanidad.

Los Murales del Seagram. Mark Rothko, 1959Los Murales del Seagram. Mark Rothko, 1959

 

Acción de Pintura #20. Hermann Nitsch, 1987Acción de Pintura #20. Hermann Nitsch, 1987

 

Al final, en este viaje a través del arte y la experiencia del terror, es fascinante observar cómo el cine ha surgido como el medio más potente y cautivador de todos. En un mundo donde estamos constantemente expuestos a la violencia, películas como «Begotten» nos sumergen en una experiencia visceral y perturbadora. En esta obra, el Apocalipsis ya no es solo un destino, sino una realidad tangible, donde incluso la figura de Dios parece rendirse ante la desesperanza desgarradora de la existencia humana. Este acto de rendición se convierte en un eco profundo de los miedos universales que todos llevamos dentro.

 Cartel paraCartel para "Begotten". Elias Merhige, 1989

 

El terror, en el arte, es una expresión compleja que nos invita a explorar no solo nuestras inquietudes y ansiedades, sino también nuestra humanidad misma. Atrapados entre la belleza y lo abyecto, entre la esperanza y el desasosiego, nos enfrentamos a la realidad de que, en última instancia, estamos solos en nuestro viaje, navegando en un mundo lleno de incertidumbres. El arte se convierte en un refugio y un espejo, un medio para enfrentar lo desconocido y, tal vez, encontrar una forma de redención en la experiencia compartida del miedo.

 

ALGUNOS ENLACES

«El Grito» Edvard Munch, en 'La vida privada de una obra de arte'

«Rothko» en 'El Poder del Arte de Simon Schama'

Interpretación (o de cómo nos proyectamos en el Arte) | El caso de Meyer Schapiro

 

 

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Diplomado "Las Vanguardias Artísticas del siglo XX" 

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Ingrid Cárdenas
Historiadora de Arte
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Desde hace 30 años ejerzo mi pasión: la divulgación del arte, la historia y la cultura