Eva y el Génesis

El Génesis es quizá uno de los libros al que más interpretaciones se le han atribuido. Sin embargo, no hay una que satisfaga las investigaciones modernas. Si bien el propósito del tema es evidente, el guión es completamente incoherente con una retahíla de situaciones incomprensibles, incompatibles e incómodas. Nada de esto tiene sentido: la designación arbitraria de “lo bueno”, la aparición de “el mal” en un mundo apenas creado en su totalidad por Dios, la supervivencia de la especie sin acudir al incesto, son sólo algunos ejemplos. Es por ello que los que toman el escrito de manera textual, necesitan argumentos circences para explicarlo.

Además, la narración contiene dos versiones distintas sobre la creación humana. La primera es muy breve, y sólo dice:

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Génesis 1:27

Aquí, la palabra “hombre” se entiende en sentido colectivo, y como en toda sociedad patriarcal, abarca todo el género humano. Más adelante, ratifica el uso plural e inclusivo del término donde se afirma:

Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.

Génesis 5:2

Da la impresión de que ambos sexos se crean por igual, al mismo tiempo, en un solo acto. Empero, el segundo relato, que se encuentra en los capítulos segundo y tercero, es más extenso y detallado. Deja de lado la creación paralela y se centra en un principio contando cómo Dios toma un poco de polvo o barro y crea al varón para posteriormente insuflarle la vida. Una vez concluida esta escena, entonces pasamos a la creación de la mujer a partir del flanco o la costilla del hombre. El siguiente acontecimiento es la tentación de la mujer por la serpiente, y en consecuencia, la expulsión de la humanidad del jardín del Edén a nuestro mundo.

Hoy en día, los estudiosos creen que la primera narración (Gen.1:27) fue escrita aproximadamente 500 años después que la segunda (Gen.2-3). La razón es, de acuerdo a la Hipótesis Documentaria, que el primer relato fue compuesto seguramente por teólogos judíos de entre los siglos VI y V a.C. según la Tradición Sacerdotal o fuente P. Este nombre se debe a a que la redacción deja ver los intereses de los sacerdotes de imponerse; por tanto, impera el carácter regulador. Esta fuente se caracteriza por tener un estilo repetitivo, pobre y exhibe a un Dios distante y castigador.

Por el contrario, la segunda historia, que es más vasta, se atribuye a la Tradición Yahvista o fuente J, llamada así porque usa el teónimo Yahweh (Jehová) o el tetragramatón: “YHVH”. En esta fuente, se puede observar un lenguaje más folclórico propio de las tribus hebreas de la época del rey Salomón en el siglo X a.C. En este estilo se hace referencia a un Dios más familiar y cercano, que puede ser disuadido si decide enviar una catástrofe. Además, se describen con mayor riqueza y elegancia la variedad de las emociones humanas.

Christopher L.C.E. Witcombe, 2000


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